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A bird sitting on a nest of eggs.

En búsqueda de la Sanidad Integral

Estos son los últimos numerales que comentamos de la primera sección de la obra del Padre Gregorio Mateu: La Alegría de Vivir. Una gran esperanza despierta la expresión: Llegarán hombres nuevos abiertos a un cielo de amaneceres con las manos de la pacificación de un mundo helado por los odios.

Las manos sugieren arriesgadas formas de realización, expresión de la generosidad de las personas entregadas a la causa noble de hacer un mundo mejor. A continuación se presentan unas contraposiciones en base a la imagen de las manos. Las que están crispadas por un dolor intenso y insufrible, diferentes de las manos sádicas torturadoras de vidas inocentes y de las manos poderosas que siguen señalando los caminos de la muerte. Las manos que acarician suavemente la piel de un niño. manos que saben cambiar sin causar dolor. Son similares a las manos curtidas por el trabajo duro y mal pagado, manos artesanas que amorosamente modelan el fango, manos benditas que trabajan la tierra y guardan sus frutos manos arrugadas por los años y por la entrega.

Las manos paralizadas por el miedo al dolor, las manos abiertas a la acogida, las manos de barro capaces de acoger a Dios que está en nuestras manos abiertas a la generosidad, a la acogida, a la amistad, al trabajo. Hemos superado la estructura de unas manos ociosas, por unas manos entregadas y trabajadoras hoy.

Está muy por debajo de la dignidad humana el perder la propia individualidad y convertirse en un tornillo más de la máquina social. Se trata de ser conscientes y de no contentarse solo con vagar de aquí para allá por nuestro pequeño mundo preocupado por nuestra partecita de paraíso, de negarse a seguir en la siesta suave y placentera cuando todo clama y se desespera a nuestro alrededor. Se trata de no aceptar ya ser felices.

A seguidas encontramos en este libro una definición de la felicidad. Solo es feliz el que vive rectamente y ríe con frecuencia. El que se gana el respeto de los hombres inteligentes es el que deja un mundo mejor de lo que lo encontró, ya sea porque plantó un árbol, escribió un poema o contribuyó a la salvación de un alma, el que siempre da lo mejor de sí y busca siempre lo mejor de los demás. Ese es el legado que queremos dejar. Feliz el que sabe mirar arriba, muy arriba y ver luz y sol tras las nubes opacas… el que sin perder la calma acepta las debilidades ajenas y sabe repartir palabras amables, quien por encima de todo cree que los hombres no son islas, no cree que los viejos son seres inútiles ni los niños estorbos. Feliz el que nunca se da por vencido y da un paso más cuando todos se han perdido, y se han parado.

Feliz el que confía en sus posibilidades y espera todo aun frente a la muerte, la tortura o de la buena estrella. Feliz el que sabe llevar la carga de sus obligaciones y las realiza con la sobria elegancia de los vencedores. Feliz el que no se lamenta de las oportunidades perdidas, sino que sabe aprovechar las que tiene en sus manos. Feliz el que convierte el trabajo en diversión y las diversiones en fiestas, que logra aprovechar cada instante para sembrar en el mundo de las semillas de la convivencia. Feliz el que se sabe liberar de la esclavitud del conocimiento y no multiplica sus necesidades, se conforma con lo que es y con lo que tiene, sin perseguir riquezas fáciles. Feliz el que tiene comparte, reparte, sin otro propósito que el de hacer un mundo más solidario hoy.

La fuerza no emerge de la capacidad física. Viene de una indomable voluntad. Todos tenemos necesidad de sentirnos útiles, creadores, queridos, productivos, reconocidos y de lograr los objetivos vitales que nos hemos propuesto y qué pensamos realizar por nuestras propias fuerzas solamente, y nos dará todo intenso interés por la vida. He aquí que el Padre Mateu nos quiere hacer despertar de esos periodos en que se apodera de nosotros el estar deprimidos, acostados todo el tiempo, no nos levantamos de la cama, no tenemos intención de ponernos al día físicamente, de cuidarnos bien y a los demás. Si perdemos las ganas de luchar, caeríamos en los fondos y abismos de la depresión, con el miedo de que nos van a volver a herir, a utilizar, a lastimar, a menospreciar, a infravalorar por hacer lo que usted sabe que es lo correcto, lo que está bien, a no seguir luchando, a no huir de los lugares de corrupción, de los lugares de puro interés, de los lugares en que se utiliza, incluso la religión para ello.

Al ser saludablemente productivos y llevar a cabo actividades significativas logramos salir dell aburrimiento, y conseguimos dar pleno sentido a la apasionante aventura de vivir al sembrar en el mundo las semillas de la convivencia.

Tenemos la oportunidad de hacer algo útil que pueda compensar el vacío de una vida improductiva y estéril: pintar un cuadro, tocar un instrumento musical, restaurar un mueble, confeccionar una receta culinaria, leer un libro, prestar ayuda al necesitado, asistir al enfermo, aumentar nuestro acervo cultural. Cada uno, aún el más pobre e indefenso, tiene algo que aportar en esa diaria experiencia del vivir. Este numeral recoge el pensamiento que nos ayuda a entender esta realidad social: Los investigadores descubren los bienes para el hombre, los poderosos los reparten, los ricos los utilizan, y los pobres y oprimidos deciden si vivir tiene sentido, deciden si el hombre es feliz. Son los pobres y oprimidos quienes deciden si la vida puede ser aún amor y proyecto.

Todos los hombres realmente buenos producen de su trabajo en el mundo, trabajo denodado y constante, realizado con aflicción, incluso como una saludable diversión, una experiencia maravillosa cuándo comprueban la consecuencia lógica de un deber fielmente cumplido, cuando caminan decididamente, superando dificultades y frustraciones, con la indomable voluntad de los rebeldes con causa. esto puede ser el primer peldaño que tenemos que subir para alcanzar la dicha de una vida positiva y estimulante. Se cita un canto africano para ser entonado en medio de las más difíciles circunstancias: como enseñaste al pueblo de Israel a desobedecer al faraón, enséñanos así Señor a desobedecer a quien quiere dominar la tierra con la astucia de su ciencia y con el egoísmo de sus intereses… como enseñaste al pueblo elegido a caminar por el desierto, sin perder la esperanza y anhelar, enséñanos a peregrinar en el sentido de la historia con manos limpias, y a mantenerlos en la espera de nuestro verdadero porvenir.

Una voluntad gigante, sacrificada, como respuesta a las mayores aventuras en las que puedes lograr el milagro de una completa realización personal. La mayoría de los seres humanos se quedan sin explotar su potencial completo por falta de ánimo o de decisión, haciendo que el mundo pierda ricos raudales de creatividad y hermosura. La vida se nos da, y la merecemos dándola. A medida que pasan los años, vamos dándonos cuenta que lo maravilloso de la vida consiste en darse, en entregarse, en vivir para hacer felices a los demás, pero una vez que usted se da por entero, busque otro lugar donde darse, no se quede allí donde. Ya probablemente están satisfechos. Usted ya les ha dado. Hay más alegría cuando uno se da, y comparte lo que es y lo que tiene con los otros, que cuando solamente recibe.

La vida armónica consiste en dar y recibir. La mejor expresión de esta labor la podemos encontrar en el concepto compartir: los conocimientos, las oportunidades, los momentos de alegría, las manifestaciones de dolor, el pan, la mesa y la amistad. La felicidad, ha dicho Blas Pascal, es un artículo maravilloso. Cuanto más se da más le queda a uno. Todas las personas verdaderas y profundamente felices piensan en sí mismas lo menos posible. Solo piensan en lo necesario para perfeccionarse. El resto del tiempo lo dedican a los demás, a amar mucho, decididamente, sin complejos. Este es el gran secreto de la felicidad. Para ello necesitamos dar lo mejor de nosotros mismos, dedicarnos responsablemente a nuestra profesión, a mantener nuestros ideales. Nadie debe estar vago, ni solamente a mandar por paga. Nadie debe estar sin oficio. Las mujeres no pasarse horas muertas en un salón de belleza, o dedicadas a comprar y gastar. Solamente adquirir lo fundamental y lo necesario, y pocos días a la semana. Los hombres por igual, no pueden a feminizarse, dedicándose todo el tiempo a estar tonificados. Hay que mantener nuestros ideales. Un corazón seco, egoísta e intolerante jamás puede ser feliz.

Un grupo de jóvenes han elaborado espontáneamente unas bienaventuranzas que manifiestan la alegría radiante de la delicada tensión hacia los demás: felices los que trabajan para que los bienes de la tierra estén servidos al servicio de todos los hombres; felices los que en cada hombre solo ven un hombre, no a un enemigo, ni una máquina objeto de placer, ni destinatario de pasadas rencillas porque no se portaron bien con cada uno de nosotros; felices los que no hacen distinciones por el color de la piel, por el sexo, por la raza, por el nivel cultural, por el status social, por el poderío económico, por las influencias, por los títulos, por los galardones, ni tampoco consideran a las personas como un objeto de placer que dejan en u nplazo de satisfacción para matar la propia soledad; felices los que no se acostumbran al hambre, a la enfermedad, a la explotación, a la desigualdad, los que no se acostumbran a la crítica y los chimes. Felices los que saben buscar el bien de cada persona sin más matizaciones; felices los que dan la mano al despreciado, al abandonado, al pobre; felices los que no construyen la paz a base de armas, engaños, diplomacias hipócritas, sino por medio de la igualdad, la libertad, el progreso de todos y el compartir de los bienes; felices los que sufren castigos por defender y también persecuciones, calumnias, maltrato a los débiles, a los marginados y a los explotados.

A menudo se identificado la felicidad con una larga serie de placeres, de gustos, de caprichos de nivel alto económico, de vida en abundancia y derroche en veleidades que nada o muy poco tienen que ver con la felicidad, sin pensar que los demás necesitan de todo eso para comer, para subsistir, para dejar de pasar dolor gracias a una medicina que no pueden comprar. Las cosas jamás podrán llenar el ansia casi infinita de felicidad que posee todo ser humano. Simplemente las cosas materiales nos acompañan, son puntos de referencia que facilitan nuestra actividad en la entrega sincera al servicio de una causa justa. La dedicación es forzada para un trabajo creativo, en el constante deseo de mejoramiento del entorno.

Podemos hallar los motivos que estimulen los deseos de gozar intensamente de la vida que se nos ha dado y que tenemos que hacer fructificar a una generación que hace pompas de jabón y la siguiente generación las rompe. Existe hoy un afán de realización humana, de reencuentro con uno mismo, de independencia personal ante toda forma de dominio y de opresión. Una vida productiva nos parece muy bien, siempre y cuando no se caiga en una enfermiza auto-adoración y en la exaltación desmedida de la propia imagen.

Observamos como muchos seres humanos, al intentar liberarse de todo presión o dependencia, acaban siendo vulgares esclavos de su perro o de su aparato de televisor, de su carro, de su computadora, celular, o en definitiva, de su infinito aburrimiento, al pretender superar unas esclavitudes muy concretas asumiendo otras. Lo único que logran es cambiar de dueño, dejar algunas formas de dominio para subyugarse a otras. Hablan de poseerse ellos mismos y cuando vienen a darse cuenta se encuentran suspendidos y sometidos a un vacío aterrador por estar dominado por cosas o por personas.

Se ha dicho que las soledades solo se justifican en la medida en que esas soledades son fecundas. El autoconocimiento y la autorrealización solo tienen sentido cuando no quedan encerrados en sí mismos, sino que se proyectan en la consecución de un mundo más humano.

Todos sabemos que el Mundo no mejorará sino sabemos superar nuestros egoísmos y lanzarnos a una arriesgada aventura de generosidad y de entrega a los demás. querer liberarse de muchas esclavitudes enervantes. Lo malo es que se hayan liberado, no para tener una mayor capacidad de amar y de servir, sino para ir por la vida consumiendo de todo, flotando por encima de sus responsabilidades.

Liberarse para lograr una mejor vivencia del eje propio, de la vocación personal. A las personas no se le compra con dinero, ni con regalos, porque luego se volverán en contra de quien quiso manipularlos y utilzarlos en la hora de su necesidad.  Quien ha perdido, la confianza en sí mismo, elemento esencial para el logro de una existencia feliz y productiva, se les ha brindado falsas promesas de liberación, se les había sugerido un total abandono del espíritu de sacrificio. Se les ha dicho que la lucha ea innecesaria. Llegaron a aprender que el triunfo llega producto de la suerte. Todo ello bajo el sugestivo señuelo de que tenían que realizarse, ser ellos mismos. Tenían que hacer todo cuanto les apetecía sin medida, evitando todo control, y han amanecido vacíos, frustrados, faltos de ideales. Los falsos maestros desaparecen, dejándolos perdidos en su amargura, a su propia suerte, debatiéndose entre la duda y la desesperación. Ahora tienen que encontrar de nuevo el sentido de la vida, de la verdadera realización humana, de la saludable solidaridad con todos los seres humanos.

Los derrumbamientos humanos, fruto amargo de tantas decepciones ante tantas falsas promesas de liberación, son el trauma más fuerte y la herida más dolorosa de muchas personas que andan por la vida derrotadas por la oscuridad y defraudadas por precisamente creer que otros que se profesaban como generosos, no lo eran. Solo fachada interesada.

Confianza en un diálogo sincero de persona a persona. La importancia de saber escuchar, de abandonar nuestros pequeños egoísmos y abrirnos a las inquietudes y preocupaciones de los demás. Se necesitan personas maduras, abiertas, transparentes, tolerantes, sencillas, humildes, de talante democrático, que salgan del mundo de lo comercial y de los negocios, que desde su irrenunciable identidad personal sepan dar una mano, ser sinceros y transparente delante de todos, dejar la hipocresía, compartir las penas, brindar una palabra de comprensión, bajarse de esa nube, llevar una vida sencilla y simple, pausada.

Vivimos en una sociedad profundamente desencantada de tantas falsas promesas, de imposibles felicidades, ebria de culpabilidad, y saturada de satisfacción. Buscar nuevos caminos que divisen luminosos horizontes que puedan dar sentido al quehacer humano y a su peregrinar por este mundo. Aquí termina la sección de la GENEROSIDAD.

Por Padre Manuel Antonio García Salcedo. Arquidiócesis de Santo Domingo.